Sunday, October 5, 2008

Einstein en la playa



He bajado a España en verano para pasar tres semanas de vacaciones; para disfrutar del café en los bares, la intensidad de la comida, de los olores y de la vida en la calle. Del mar y el aire caliente que embriagan y te hacen vivir la ilusión de que la vida es ligera, fácil.


Pude revivir el trato con la gente que aquí (¿o debería decir “allí” ?) es expresiva, vivaracha, fiestera, cercana, sondable, atenta, generosa, aunque por otro lado en muchos casos maleducada, estridente, incívica, chabacana, insolidaria y con una cerrazón próxima al fanatismo. Han sido en cualquier caso, vacaciones de reencuentros.


Por obligación estuve en pie temprano muchas mañanas, lo que me permitió andar por la calle al amanecer escuchando las noticias de la radio, observando y oyendo cómo el país se levantaba a luchar la jornada. A la hora en que abrían los quioscos compraba puntualmente un ejemplar de El País y otro de El Mundo; los dos me iban a acompañar el resto del día a la playa, la piscina, tetería, librería, skateshop y tienda de música pero antes que nada, a la cafetería para desayunar.


Una de las veces me estaba zampando un fantástico desayuno español (que incluía bocadillo de catalana) mientras en la tele ponían el Mediterráneo de Serrat (otro talento catalán) cuando encontré en las páginas de El Mundo un artículo de mi antiguo profesor de Ciencia Política. De un tirón estaba acoplado de nuevo a la vida que había dejado aquí (de nuevo, ¿debo decir “allí” ?), empapándome de lo bueno que España aporta desde cada rincón, ya sea gastronomía, música, cultura...


Seguí enfrascado en la lectura de los dos rotativos día sí y otro también. El tacto del papel en los dedos al leer el periódico, el olor a tinta, la comodidad de ajustarlo y maltratarlo a gusto son algo totalmente diferente a mirarlo en la pantalla del ordenador (parezco un viejo gruñón hablando ya así, qué se le va a hacer). En esa prensa de pago me volví a encontrar con escritores, columnistas, filósofos, algún que otro cantamañanas, reporteros, etc, que esta vez me hablaban desde el papel y no desde el navegador web al que me veía obligado a usar en el extranjero.


El último reencuentro al que voy a referirme fue con las verdades como puños que aplastan la irracionalidad. Agua de mar y arena oscura le cayeron a las hojas de El Mundo otra de las veces en que lo leía desde la hamaca de la playa. Recordaba cómo ese periódico sensacionalista (a estas alturas ese adjetivo es poco cuestionable) había desinformado durante el juicio del 11-M metiendo en las cabezas de medio país fanático la teoría de la conspiración. Antes de cerrarlo y guardarlo en la mochila, leí la cita que diariamente encabeza su portada (una buena idea, por cierto). El periódico que mintiendo desveló ante tantísimos que media España -como mínimo- no hace uso de la razón sino que quiere creer y acaba asumiendo lo que sus manipuladores líderes estimen oportuno, abría así la edición del doce de agosto de 2008:




“La teoría es asesinada tarde o temprano por la experiencia” (Albert Einstein)