Sunday, November 16, 2008

TODAS UNAS PUTAS


Una golpeaba su cabeza contra la pared para quitarse de encima los pensamientos sexuales que le venían sobre su hermana aún más pequeña, con la que había sido obligada a tener relaciones. Otra se volvió anoréxica porque aborrecía tener un cuerpo sexuado.

Los dos ejemplos anteriores son casos reales, niñas víctimas de abuso sexual; una psique destrozada de por vida.

Los chicos y chicas que salieron de una secta americana donde se practicaba el incesto y todo tipo de abuso a menores, quedaron psicológicamente aniquilados para los restos. La mayoría acabó suicidándose. Uno de los chavales fue forzado a tener sexo con su propia madre y una amiga de ésta. Cuando se hizo mayor, torturó con un taladro eléctrico a la segunda; más tarde se quitó la vida.

Prostitución y pornografía (otro intercambio de sexo por dinero) dejan secuelas dramáticas en las personas que la han ejercido. Cuántas estrellas porno han muerto por sobredosis o suicidio. Muchísimas de ellas, mujeres alienadas por un entorno que no les ha dado precisamente amor, autoestima, ayuda, respeto, etc. Abusadas aunque cobraran por ello: la libertad y dignidad humanas son irrenunciables, no son vendibles; el Hombre dispone de libertad para ejercerla, no para destruirla (Stuart Mill). Lo siguiente escrito por Kant apunta hacia el razonamiento análogo de que ninguna persona merece ser tratada como instrumento para otros fines:

Todos los seres racionales están sujetos a la ley de que cada uno de ellos debe tratarse a sí mismo y tratar a todos los demás, nunca como un simple medio, sino siempre al mismo tiempo como fin en sí mismo [...].

Todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad.

Si el daño que el abuso sexual hace a un adulto es devastador, qué decir cuando la víctima es un menor. Imaginaos que estamos en esa edad en la que vemos dibujos animados, no nos separamos de los juguetes, queremos comer chucherías todo el tiempo y nos da vergüenza hablar con la niña o el niño que nos gusta. La edad en la que el sexo da sus pasitos: la primera vez que vamos cogidos de la mano, los primeros besos, las primeras caricias, etc. Un proceso de aprendizaje, de exploración, con sus distintas etapas. Aquellos que se han saltado etapas dicen anhelarlas. Ahora pensemos que somos esa chavalita o chavalito que no ha empezado ni su primera etapa cuando viene un depravado cabrón enfermo, nos fuerza y nos pone su sucia polla delante. Despedaza nuestra inocencia y vuelca toda basura mental acumulada en años, en una personita que acaba de amanecer a la vida. Encima, tienes a gente esperando verlo en internet.

El colmo de este sucio negocio es que quienes se enfrentan a él son perseguidos, amenazados y censurados por los medios de comunicación. Lydia Cacho ha tirado de la manta en México y se ha quedado sola; la han intentado matar varias veces. Ha sido secuestrada por policías. ¿En quién puede confiar ella? "Instituciones, ninguna. Ni la PGR ni la Corte Suprema. El Congreso, menos. Y de los medios de comunicación, mejor no hablar", dice Cacho.

Violencia impuesta contra los más débiles: niños y mujeres. En muchos casos esa situación de opresión es mantenida por nuestra tibieza y doble moral ante prostitución y pornografía. Los hombres estamos en la posición dominante, no queremos ver lo que hay detrás de una realidad que nos privilegia y nos permite abusar de otro ser humano (prostitutas y actrices porno). Argumentos como “es puta porque le gusta el dinero fácil”, “nadie la obliga”, “se ve que le gusta" (que se la cepillen veinte delante de una cámara, p.e.), etc, no están por encima de los Derechos Humanos. Follarse a una puta es aprovecharse de una situación de dominación, pagando a otro (el proxeneta) para que ejerza la violencia física y psíquica que haga falta para mantenerla. Eso es lo que ocurre en los puticlubs: pagas al que tiene el látigo y pone las cadenas a las esclavas. Encima las despreciamos, como si el cliente tuviera algún tipo de superioridad moral por aprovecharse de la debilidad de otro. ¿Y a quién recurren estas chicas cuando los propios policías vienen a follárselas? ¿qué país es este, es Europa, es el mundo civilizado? ¿te parecería bien que esa ramera a la dices le encanta que se la trasquilen diez veces por noche fuese tu hermana, tu madre, tu sobrina, tu novia, tu nieta? ¿o que hiciesen una peli X donde la humillasen?

Ver cintas porno nos deja huella. Acostumbra a una ficticia versión del sexo donde la mujer es un mero objeto, un boquete donde zumbar. Esa imagen del actor porno mirando a la cámara durante el metesaca es profundamente cruel y deshumanizadora. El mensaje que transmite es: eso de ahí abajo (la chica) no es una persona, es un agujero donde correrse. Me trae el recuerdo de una escena que se me quedó grabada por su crueldad en la película “Ocurrió cerca de su casa”: El psicópata está penetrando a una prostituta antes de asesinarla, cuando mira a la cámara y te dice “mira cómo disfruta”. Una brutalidad que conecta con el producto que venden muchísimos de los films pornográficos: violencia, salvajimo, bestialidad, en lugar de erotismo.

El genial Miguel Brieva lo plasma en una sola viñeta de su obra “Dinero”: Dos tíos agarran con manos y cadenas a una mujer mientras uno de ellos le mete en la boca una fusta con pinchos a la vez que le declama un romántico poema. La viñeta reza “La pornografía es libertad, igualdad y amor”.

Deberíamos reflexionar sobre ello; nuestra sociedad avanza hacia la igualdad, el papel de la mujer sale de la negación que le ha sido aplicada hasta ayer. Por ejemplo, en España ya no es común como antes el que el padre se lleve al hijo a estrenarse a un prostíbulo; también eso de acabar la noche de marcha en el puticlub nos parece patético a cada vez más jóvenes. Pero queda mucho por hacer. Siguen en nuestro vocabulario expresiones como (esta realmente me hiere, no soporto la crueldad explícita de quien la profiere): O follamos todos, o la puta va al río. Piensa bien la frase; si luego te sigue haciendo gracia ve a que te lo mire un especialista.

Los límites entre prostitución y pornografía son difusos; putas y actrices porno (que se pluriemplean en ambos sectores) cuanto más jóvenes, mejor. El abuso a menores, la siguiente frontera.

Los que no somos policías o jueces también podemos hacer algo: por ejemplo, en la web

http://www.protegeles.com/

puedes pegar las direcciones de páginas que encuentres con contenidos de pedofilia. Sencillo.

Todos contra la pornografía infantil. Los consumidores son culpables ya que sin demanda, no habría oferta (o sería menor). Denunciémoslos. A POR ELLOS.



PD: Reflexiona sobre todo esto, especialmente si has llegado hasta este post mediante la búsqueda de las siguientes palabras: angels, lolitas, boylover, preteens, girllover, childlover, pedoboy, boyboy, fetishboy, feet boy.