Monday, March 9, 2009

El vídeo



A menudo me saturo de consumir contenidos en Internet. Venga vídeos, venga canciones, más periódicos online, blogs, etc. Entre tanta cantidad se agradece encontrar calidad y disfrutar de ella con sosiego.

Hace unos días saltaba de enlace en enlace cual Enjuto Mojamuto hasta encontrar un vídeo que en pocos segundos me calmó como la música a las bestias; apagué las luces de la habitación y me abstraje completamente gracias a lo que me llegaba desde el monitor.

Viviendo fuera de España hay cosas del propio país que se viven con más fuerza. Recuerdo, por ejemplo, que un domingo por la mañana la televisión sueca trajo al programa a una joven promesa del baile flamenco. En la entrevista tras la actuación le preguntaron cuál era para ella la diferencia entre el flamenco vivido fuera o dentro de España. La chica dijo que en nuestra tierra se vive con él a diario como algo corriente, mientras que en el extranjero puede significar una experiencia quizá menos cotidiana pero de mayor intensidad.

Algo así me ocurre viendo en la pantalla skaters rodando por calles españolas. La filmación que recomiendo (aquella por la que andaba abstraído) me traslada a esas aceras, plazas y parques del Sur de Europa. Su música me aviva, el sonido de guitarra española hace de mis venas sus cuerdas, las palabras en castellano de las canciones son golosinas para mi ánimo. Veo patinadores de todas las esquinas del país liándola juntos y sueño con UNIDAD. Vascos, andaluces, gallegos, catalanes, cada uno con su cultura, su arte, su humor, dialecto o lengua... patinando en grupo, conectados por las ganas de vivir y de hacerlo en la calle que es donde realmente pasan cosas, donde interactuamos, donde somos Hombres, donde nos sentimos libres, donde bebemos, discutimos, cantamos, donde los demás testifican que uno existe... Allí me lanzo en cuanto acabe el vídeo.

La grabación acaba y el corazón se me acelera, no quiero perder tiempo: hago estiramientos y cortos ejercicios de calentamiento en la cocina mientras se calienta el café. Las piernas a punto, los hombros relajados, tobillos engrasados y cafeína en la sangre. Los auriculares van al oído, apretados y protegidos por el gorro de lana. Enchufo la música calentita que será el túnel por el que atravesar la tormenta de nieve que hay en el trayecto al skatepark. Salgo fuera: hay veinte grados bajo cero, la oscuridad es implacable, ni un alma (nunca mejor dicho dado el potencial de unos cuantos de estos suecos) que pasee, ni un ruido... todo eso ya no me afecta porque diviso a lo lejos las luces del local. Sé que en este camino la noche anticipada e imbatible ha congelado la Existencia pero yo llevo dentro fiesta, palmas, euforia, sofoco, bullicio, castañuelas, llevo las plazoletas de España y su sol, su ambiente, su capacidad para en ellas conocer gente, llevo su drama y su jaleo, todos se vienen conmigo. Se juntaron mientras veía el vídeo Alai Kit y no se van a apagar por un buen rato. El Alai Olé también me sirvió en otras ocasiones.

De lo que ocurre dentro del local hablaré otro día, ahora estoy ocupado... Misión: vivir con mayúsculas, como me enseñaron las calles del Sur. Como este vídeo me recuerda. Como "debe" ser ya sea en España, en Suecia o en Pekín.


Justo antes de entrar, el inmutable vacío gélido se traga mi espíritu hecho palabra, se traga este ¡OLE!



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