Se acerca el final del año. Nada acaba ni nada empieza el uno de enero, pero nos sentimos cómodos viviendo en ciclos. La angustia es menor cuando unas cosas acaban y empiezan otras, aunque sean las mismas. Una ilusión que cálidamente arropa durante unos instantes durante los cuales creemos no estar totalmente perdidos. Qué alivio, una referencia a la que agarrarnos.
Otros doce meses concluyen, celebremos que hemos terminado algo como si fuese mérito nuestro, que conseguir metas entretiene este sinsentido.
Pero esa manta es demasiado fina, cuando la aprietas fuerte para sentir calor se deshace y vuelve el frío. Agua helada en la cara que te despierta, y estando espabilado uno es más consiente de que no existe El rumbo.
Por ahí ando despierto, pasando frío, sabiendo que voy desorientado pero al menos seguro de ello. La única certeza es la de que no hay un camino de salida. Y prefiero asirme a ese verdadero soporte falso, que a falsos soportes verdaderos.
Este año se consume: En el Golfo Pérsico la primera potencia del mundo ensucia el nombre de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Por otro lado, China despierta y el Islam crece como amenaza, ambos sucesos previstos por Ortega y Gasset hace más de ochenta años. En España el juicio del 11-M terminó y no dio la razón a los que se inventaron una realidad para intentar salvar el culo pocos días antes de aquellas elecciones. Lo que me ha destrozado ha sido ver a la mitad de mi país absolutamente cegado, siguiendo las palabras de sus Mesías que sostenían que era de noche cuando era de día. Media España con un cerebro inservible auto-inculcándose cualesquiera consignas que sus líderes ladraran. Fanatismo puro y duro en casa.
Por si esas noticias no fueran lo suficientemente desesperanzadoras, hay otras dos que me han marcado en el 2007:
Una: Se certificó la extinción del delfín blanco del Yang-tse. La foto del delfín ocupó un cuadradito pequeño en las portadas de los diarios. Las tertulias se ocuparon de lo que dijo ese día algún cretino de este y aquél partido acerca de alguna imbecilidad previa, mientras la realidad era -es- que a ese ser nos lo hemos cargado. Maldito capitalismo salvaje. Puta estrechez de miras.
Dos: Este es el año en que ya TODOS somos conscientes de que le hemos hecho un daño irreparable al planeta, tanto que nos jugamos la supervivencia de la especie. Si se quiere ser optimista, quizá sea este un principio que obligue a la cooperación entre primer y tercer mundo (¿cuál era el segundo?), produciendo éstos combustibles orgánicos que consuman aquellos, etc., lo que podría suavizar las diferencias económicas.
Eso ejerciendo de optimista durante unos segundos. El resto del tiempo me dan ganas de vomitar a lo que nos ha llevado el puto capitalismo. Sí, el capitalismo, esa mágica fórmula que “genera riqueza” basada en el CONSUMO. Compra, compra y compra, desgraciado. Ten nuevas necesidades, la tarjeta de crédito llenará tu vacío existencial. CADA familia con una lavadora, un frigorífico, un congelador, microondas, ordenador, dos televisiones, DVD, aire acondicionado y calefacción a toda pastilla. Si puedes pagarlo, ahí lo tienes. Da igual que en conjunto sea un gasto energético absurdo. Para qué compartir lavadora en la comunidad, yo quiero MI lavadora. Para qué ir en autobús, yo quiero MI coche, el que dice el anuncio que va conmigo, el que me hará ganar prestigio y follar más. Piscinas, campos de golf. Viajes en avión para TODO el mundo. Resulta que si se "democratiza" el viajar en avión, consumimos tanto combustible que, de nuevo señores, NOS VAMOS A TOMAR POR CULO. Y esto a lo mejor suena exagerado en España, a ecologista trasnochado, pero en Francia, Escandinavia, etc., las empresas que quieren tener una imagen de respeto al medio ambiente están priorizando el que sus empleados viajen en tren antes que en avión.
¿Tendré que RENUNCIAR a comodidades aunque me las pueda permitir?
Estoy deseando ver si seremos capaces de poner el tope al consumismo para salvar el planeta.
Y así acaba el año. Pasa la página del calendario, cómete las uvas y ponte en guardia que después de la fiesta, la peste continúa.
¿Feliz año? ¡Vete a...!
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